VERSOS TRISTES
VERSOS
TRISTES
De la realidad y de la imaginación me apoyo para
escribirle
versos
tristes
a
ella,
sobre su amor y su
desamor.
En este tiempo de tinieblas puedo componerle los poemas más
tristes:
Cuando por ausencia de amor y de
dolor
a
ella,
Con el corazón roto, un montón de hormigas la invaden hasta
formar un
hormiguero debajo de su cielo
azul,
donde los astros importan poco que brillen,
mostrando
tanta
maravilla,
iluminándola y
amándola
a
ella.
Cuando el rio de la historia cruza implacable su
corazón,
sin compasión del amor por las cosas de las que las
otras almas
viven.
Tristes están como las manzanas del árbol caído,
deshojado
y sin ramas, tristes como las hojas que caen en
el otoño,
sí,
tristes están
y lloran
inconsolable
por
ella.
La amé, pienso en ella y quizás me ame, los otros
la amaron,
piensan en ella y quizás los ame, pero si no está
en el corazón
de todos, está en
el olvido,
ni
le ruegues a su gran amor que guarda en su alma, en su corazón, en
todo su ser y que ha entregado contigo y conmigo, ni le pidas
pronto amor contrito,
pues, escrito está en su historia, que jamás diste ese amor
correspondido.
Porque nuestros mundos dependen de los cambios cognitivos
diversos,
de las épocas en que evoluciona el
hombre,
para bien o para
mal.
Olvidando, al igual que el viento, la cuna de la
madre tierra,
que lo acogió en su seno, sin resquemores, ni
mezquindad,
pero, sí, con llanto y
alegría.
Y ahora en el olvido
todavía.
Dicen otros que la han querido, que tal vez aún la
quieran,
y también en la
soledad sigo,
que como yo, qué no daría, que tanta
belleza
estuviera conmigo,
y nunca sentir que está en manos
extrañas
y
sentir que la he
perdido.
En este tiempo puedo componerle los poemas más
tristes:
Cuando desafortunadamente al advertir cada noche negra, en
desamor,
por las cosas de
ella,
nada queda, sino piedra sobre piedra. Entonces, se acaba la
ilusión
de amarla, sumergida en la alegoría del sufrimiento del terrible
infierno,
de la fuerza por la fuerza, sin tolerancia y sin
comprensión,
es
cierto,
no la
queremos,
ni volvemos a entonar melodías con las bocas que le
cantan.
Tal vez la rescate, la quiero. Tal vez la rescaten
aquellos que
dicen también
quererla,
como nuestra rosa preferida de los jardines
del sur,
jardines de rosas, de otrora, que también ahora están
sus tierras
cuarteadas y atormentadas, por la triste ideología que
atormenta.
Sin embargo, bajo el brillo de sus astros
enamorados
que aún brillan en el cielo azul
infinito.
La mía sigue ahí
esperando,
sí, esperando en el
enojo
y
esperando en la turbulencia y en el
lamento,
sin claudicar, con su corazón abierto como un
salvador puerto
de amor adonde se puede anclar para un destino más
cierto.
Pero no nos engañemos porque, ahora, el amor está
muerto;
queda sola mi alma que por su dolor
sufría
como sufren las sombras de las almas
vacías,
con los corazones
yertos;
entonces, sólo entonces, ya no puedo
desearle
felicidad,
más todavía si mis versos son
tristes
y
triste está
ella,
Al contemplarla de esa manera quedo con las almas que
sufrían
yo también
sufría
como sufren aquellas almas
vacías
con los corazones yertos. Entonces ya no se
atreverían,
aunque quisiéramos,
desearle buen tiempo y buena mar.
Si mis versos son
tristes,
triste está
ella.
Discípulos todos somos de su vida abierta, aprendidos de su
experiencia,
buscando morderla, pero están equivocados desde un
relativismo
que parece legítimo, dentro del marco de derechos y deberes que
el mundo
reclama.
Luego, así, se aflige mi alma y así se afligen
muchas almas
que adoloridas y tristes
están.
En esta noche puedo componerle los poemas más
tristes:
Cuando sufre mi república
de la razón y sin
razón,
necesitando toda
solidaridad.
Quisiera, sí, verla como un
edén,
como un jardín de paisajes
verdes,
con árboles frondosos y
frutales,
entre caudales ríos y
mares,
y más vida, que inviten como hermanos a los
grandes amores,
para olvidar los odios y que nos protejan de los demonios de
este mundo.
Quisiera que no se interrumpiera la luz
de mi sol,
quisiera que no se apagara la luz de mi
bella luna,
quisiera respirar su aire puro de la comprensión, con el
razonamiento lógico del algoritmo para sentir seguridad y sentir
que vivo en ella sin líos,
Que amando con respeto también sea bien
correspondida
y
creciendo, creciéramos en eternos
amoríos.
Porque sin
ella
no existirá su belleza, de esa
ausente belleza:
Cuando el desamor
reina,
cuando la moral no es
encumbrada,
cuando el buen juicio no es digno
del hombre.
Entonces, sólo entonces, es
mejor el olvido.
Me sorprende la vida enigmática de los otros que
muchas veces
subyugan la sana realidad con sus
actitudes y sin piedad.
Así no lograrán
conquistar su amor,
ni con la perversa inteligencia, ni con la
insoportable violencia.
Entonces, esa fragilidad humana inmensa y cada vez
más inmensa,
advertirán que las calles están destrozadas
y teñidas de rojo,
mostrando dolor en tiempos
infortunados,
mientras tanto escasea la
querencia, el amor
y la
bella fantasía.
El gran olvido que
nos reclama
y que nos
reclama ella,
que
somos:
Su bello cóndor que con amor cruzamos , los Andes, sus cielos y
sus mares.
Que
somos:
Su orgullo de la libertad
y el orden.
Que
somos:
Su sol naciente, su gloria, su justicia, su fuerza
y su esperanza.
Sin embargo, la tenemos
en el olvido,
a merced de supuestos chacales agresivos
venidos de
tierras
lejanas,
que en la jungla indefensa
dejarla han querido.
Esta noche puedo inspirarme en ella con
versos tristes,
como
verbigracia:
Que su ave simbólica desventurada ya son
pocas las que vuelan,
que sus ríos algunos ya no corren con
ese caudal abundante,
que aún sus verdes
están enfermizos.
Luego, no puedo abandonarla, menos con su
corazón herido,
es mi patria, es mi
querida Colombia,
desearía como escribía Voltaire en su gran obra
el ´´Hijo Pródigo´´,
regresar y estar
siempre contigo.
Ojalá pudiera escribirle, en vez
de versos triste,
versos
alegres
y que no sean estos los últimos versos
que le escribo.
Simon Mayr. (Rafael Edmundo Arévalo
Escandón).
Diciembre
de 2019.